Como novela para leer en verano, en la Necropia se propuso Ada o el ardor (1969) de V. Nabokov. Mariona explica por qué en nuestra primera reunión después de las vacaciones: “hay que leerla del tirón”. Todas parecen estar de acuerdo en que es una lectura exigente, accesible sólo si es con todos los sentidos, e incluso así, posiblemente no sea el tipo de libro para el que una segunda lectura pueda garantizar mejor entendimiento. Hay opiniones encontradas. Es una tomadura de pelo. Una de las mejores novelas de la historia. Una estructura anárquica e impredecible de un párrafo al siguiente, saltos temporales donde no queda claro dónde empieza qué y cuándo acaba lo siguiente, referencias del género de mariposa Nabokovia, que cruzan realidad y el universo interno de una novela tan suya que le permite jugar como quiere.
Pablo señala que el manejo de los personajes, del lenguaje y los saltos de temática (“todos los temas están”) son el juego principal: uno muy emocional que separa categóricamente a esta obra de cualquier otra. Ana opina que es un juego que le protege de equivocarse, pues le da la seguridad de que nadie va a comprobar las referencias, ordenar las agujas de un pajar multidimensional. Porque, aunque suscite emociones fustigantes, tampoco está del todo claro cuáles son esas emociones y a qué responden, contribuyendo a la sensación de incertidumbre y estar perdido, como a Irene, que le desorientó la pederastia. Hay algunas que sacamos en claro, como la frustración e impotencia. Pero también la ternura. La belleza. Inocencia y pureza cuando Ada es una niña. Un reto para Pedro, que cree que puede ser un digno rival para cuando llegue el verano a Argentina. Una novela que, en cualquier caso, hace de su lectura algo difícil de olvidar.
Publicada a sus setenta años, igual podemos referirnos a Ada o el ardor como el apogeo de la vida literaria del escritor ruso-estadounidense, pero, aunque igual en este momento domina más que nunca su estilo satírico-poético, el sarcasmo ácido y los juegos de infinitos significados en cada oración, acceder a esta novela no es tan sencillo como leer lo que escribió antes. Eso que le hace tan reconocible y unifica otras de sus obras, como Desesperación, Pnin o Lolita, no es tan transparente aquí. En palabras de Pablo, es en este momento cuando Nabokov decide ponerse serio. Por tanto, la segunda parte de la clase la guía la pregunta “¿Cuál es la puerta de entrada para leer Ada o el ardor?”
Cuál es la receta para entrar a una novela que es un universo aparte hasta de sus predecesoras. Pau propone a los rusos, como Los demonios, para aprender a concentrarse con novelas más clásicas, pero complejas y densas en sus múltiples líneas abiertas. Rayuela es otra opción, por estar inmersa en un contexto más reconocible en su también intrincada estructura (“si se titula Rayuela, hay que leerla como una rayuela”). Probablemente hay que leerlo todo antes de poder leer Ada o el ardor, o como Guada, leer a Giuseppe Berto en versión original, pero entonces la pregunta que sigue es cómo introducirse a buenos libros. Y esa es la tarea para el próximo día: ¿qué libros, cuentos, ensayos o poemas, nos pueden enseñar a leer? Algunas propuestas por ahora son La conjura de los necios, Miguel Strogoff, o Schopenhauer como educador.