La Nueva Necropia/Textos propios

«Teoría canina de las ciudades» (por Ale)

Se considera saber popular que los perros se parecen a sus dueños, pero considero que hay otro fenómeno igualmente interesante pero desigualmente discutido: los perros se parecen a sus ciudades. Esta idea, la cual he bautizado como la Teoría Canina de las Ciudades, me surgió durante un viaje a Seúl. Mientras paseaba las calles amplias de la metrópolis me sorprendió ver la uniformidad de los perros: todos eran diminutos peluches meticulosamente peinados. Esta legión de perros de bolsillo estaban en perfecta sintonía con los ciudadanos, arreglados y elegantes incluso en la humedad más asfixiante de Agosto. Hasta las calles, ordenadas y coquetas, parecían ir a juego.

Desde aquel viaje le presto gran atención a la población canina de cada ciudad que visito. De momento, mi urbe favorita a nivel perruno es Turku. La ciudad finlandesa no solo destaca por su variedad de canes, sino porque están a gusto. Esto último lo contrasto con Tres Cantos, donde he vivido la mayor parte de mi vida. En Tres Cantos también hay una gran variedad de perros, pero muchas veces a costa de haber razas, como los huskies, que no están preparadas para el clima mediterráneo. Esa noción de estética sobre ética es rara de ver en Finlandia, un país con un profundo desinterés en proyectar apariencias. Esto último es fácil de comprobar paseando cualquier calle de Turku. A diferencia de Seúl, no encontrarás dos personas vistiendo igual, y a diferencia de Tres Cantos, no te mirarán raro por ello.

Indagando más sobre el tema, le expuse la Teoría Canina a una amiga finlandesa que había sido criada en Rusia. Me explicó que los finladeses ven a sus compañeros peludos como miembros indispensables de la familia, una realidad muy alejada de San Petersburgo y sus calles inundadas de perros callejeros. Como amante de los animales, este era uno de sus aspectos favoritos de haberse mudado a Turku.

En general, considero un ejercicio valioso observar cómo una sociedad trata a sus miembros más vulnerables. No me parece casualidad, por ejemplo, que a los niños de Turku también se les vea cómodos en las calles. Embutidos en sus trajes de invierno, van solitos al colegio, y siempre se les puede ver jugando con la nive o trepando los árboles que inundan la ciudad. Pese a la frialdad del clima, hay una cierta calidez que asocio a Turku que estos detalles me ayudan a entender.

Aún no he sacado conclusiones de mi ciudad actual, Santa Cruz de la Palma, pero confío haber entendido a los perros isleños en unos meses. Mientras tanto, animo a los lectores a poner a prueba la Teoría Canina en sus respectivas ciudades, o incluso a desarrollar nuevas disciplinas, por ejemplo una Teoría Gatuna. Aún nos queda mucho por aprender de nuestros amigos cuadrúpedos.

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