La Nueva Necropia/Textos propios

«Seguirá siendo bello» (por Pau)

“Ojalá desaparezca para que las cosas que veo se vuelvan perfectamente hermosas por no ser ya cosas que veo.”  

La gravedad y la gracia, Simone Weil

Esta cita me llevó de forma automática a la carta de suicidio de Akutagawa donde dice: “Últimamente la naturaleza me parece más hermosa de lo habitual. (…) se me presenta bella porque la miro con un pie en el estribo de la muerte”.

Existen referentes que nos recuerdan que la belleza no es debido a nuestro yo. “La realidad no precisa de mí”, escribió Pessoa. Va más allá. No se reduce al ojo, la mano o la boca. Se han intentado describir sus múltiples apariciones. Siempre desde un marco perceptivo. ¿Cómo liberarse de nuestro yo? ¿Cómo se podría contemplar y definir sin la mano que acaricia la flor, sin la boca que besa esos labios, sin los ojos que se posan en la abubilla? ¿Cómo se narraría si desaparece el objeto que percibe y siente?

Ahí está la fuerza: en saber que la belleza escapa de las palabras, nos rehúye y vive. Perdura tras la muerte. 

Hay algo en el acto de apreciarla que embellece el alma y agranda el ego. “¡Qué privilegio observar esto!”, “¡qué bien que lo veo!”. Yo. Yo veo. Yo siento. No obstante, la belleza puede ir creciendo hasta la simbiosis. Soy lo que observo y ya no soy yo. Pureza en el acto. Placer en todo el cuerpo que se expande por el horizonte de los sentidos. 

¿Qué hay de aquello que es bello en nuestro interior? ¿Es bello porque lo es el exterior? Llevamos dentro un espejo, somos espejo del exterior, lo llevamos adentro, nos lleva dentro. Por eso tú estás dentro de mí y yo estoy dentro de ti. 

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