Eventos/La Nueva Necropia

El flâneur, hombre de mundo y de la multitud

¿Qué relación guardan Walter Benjamin, Charles Baudelaire y Edgar Allan Poe? El pasado sábado lo descubrimos en la clase magistral (y magistral clase) de la Necropia desgranando el deslumbrante texto de Benjamin sobre el flâneur. El pensador alemán tomó la figura emblemática del moderno espectador urbano como objeto de interés académico para explicar la condición del ciudadano y las luchas de clases en las ciudades europeas del siglo XIX, y describir la alienación moderna y las fuentes de la cultura de masas.

Junto con Benjamin, repasamos el famoso cuento de Poe, El hombre de la multitud, y la descripción del hombre de mundo de Baudelaire, en El Pintor de la Vida moderna. A partir de este florilegio, pusimos en común ideas como «pasajes»  y «transformaciones urbanas» , «subjetividad»  e «individuo» , «época de transición» , «capital»  y «plusvalía relativa» .

Para acompañar semejantes textos, finalizamos la jornada necropiana paseando por las calles de Barcelona cuales protagonistas de la novela de Robert Walser, El paseo.

«- ¡Pero siempre se le ve paseando!
– Pasear – respondí yo – me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. (…) Encerrado en casa, me arruinaría y secaría miserablemente. Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a seguir creando (…). Un paseo está siempre lleno de importantes manifestaciones dignas de ver y de sentir. De imágenes y vivas poesías, de hechizos y bellezas naturales bullen a menudo los lindos paseos, por cortos que sean. Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo.» 

Fragmento de El paseo, Robert Walser

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