Yo tuve dos hijitas. Una se llamaba Anabel, era muy llorona y necesitaba siempre mi atención y consuelo. Le daba el biberón y le susurraba canciones mirándola con fijación a los ojitos grisáceos para que se durmiera tras el eructo contiguo. Me gustaba acunarla y vestirla repetidamente con la misma ropita que compartía con la … Sigue leyendo