«Cuando no tuvo ya dinero, de la noche a la mañana, hizo descolgar sencillamente los cuadros de las paredes de sus mansiones y los malvendió a comerciantes sin escrúpulos de Viena y Gmunden. También la mayoría de sus preciosos muebles desaparecieron en los distintos camiones de astutos, así llamados, chamarileros que sólo estaban dispuestos a darle por sus preciosidades una bagatela.»