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Los misterios del forastero/Actividades a «El forastero misterioso» de Mark Twain (por Pablo)

Los misterios del forastero

Por Pablo Nacach

Corre el año 1590 y al pueblo de Eseldorf, que en alemán significa “pueblo del asno”, llega subrepticiamente un ángel o un fantasma que asegura tener también un nombre como el de cualquier mortal: Philip Traum (“sueño”, en alemán). Además, el personaje dice tener dieciséis mil años, prefiere ante todo que lo llamen Satanás y “lo había visto todo, había estado en todas partes, lo sabía todo y jamás olvidaba nada”, según afirmara nuestro protagonista el pequeño Thedor Fischer tras su primer encuentro con él en el bosque. Sí que resulta misterioso un forastero con estas características, ¿verdad? Y el hecho de que haya visto todo nos recuerda el pasaje de un cuento de Jorge Luis Borges (1899–1986) titulado “El Aleph”, que además de disfrutarlo como se merece podremos sacar de él muchas y buenas conclusiones en relación con el libro de Mark Twain que hemos leído y que ahora nos ocupamos de analizar con mayor profundidad. El texto del genial escritor argentino dice así:

“El Aleph, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos (…) Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré. En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años (…) vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.

  • Nos parece muy interesante la frase que al comienzo del texto dice: “Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es”. ¿Te atreves a explicarla con tus palabras?
  • El autor ha visto muchas cosas, algunas increíbles, a través del Aleph. No nos da demasiadas pistas de lo que es el Aleph, pero al parecer se trata de un objeto. ¿Qué te parece si relees el texto y, en tu cuaderno de clase, esbozas con tus palabras las características que podría tener dicho objeto? Recuerda que para actividades como esta sólo es preciso… ¡dar rienda suelta a tu imaginación!
  • Por último, imagínate que te encuentras tú con un Aleph, y que a través de él puedes ver, como dice Borges, “el inconcebible universo”. Podrías hacer memoria y elaborar una breve lista de cosas o situaciones que crees serías capaz de observar a través de un objeto tan maravilloso…
  • El forastero era “encantador, imperturbable, falto de buenos modales, natural y sencillo, tranquilo e indiferente, escéptico…”. Muchos y variados son los adjetivos que los amigos Nikolaus Bauman, Seppi Wohlmeyer y Theodor Fischer colocan al extraño visitante a medida que lo van conociendo, mientras hablan con él de, como suele decirse, “lo divino y lo humano”. Te proponemos entonces el siguiente ejercicio para ir “calentando motores”:
  • En primer lugar, vuelve a repasar el texto de Twain, que ya tendrás subrayado y bien subrayado, claro, y apunta en tu cuaderno las características personales que te parezcan más sobresalientes de la personalidad del forastero misterioso. En toda novela, la caracterización de los personajes es una herramienta fundamental empleada por el escritor para transmitir a los lectores su visión sobre la psicología de los protagonistas. Una vez que hayas precisado sus características puedes, por ejemplo, escribir una breve descripción en tono de novela, es decir, la idea es que puedas construir el personaje de el forastero misterioso resaltando las características que más te hayan impactado de él.
  • Si te gusta dibujar te proponemos una idea que seguramente te encantará: como uno de los placeres más significativos que nos brinda la literatura es poder disparar nuestra imaginación para así poner rostro y cuerpo a los personajes, ¿qué tal si haces un bonito dibujo del forastero misterioso? En algunos pasajes del texto aparecen ciertas descripciones de su físico, por ejemplo, y si sumas sus particularidades espirituales o psíquicas seguro que puede salirte un dibujo precioso.
  • Ahora bien: por un lado tendrás un breve relato o conclusiones que describen al forastero, y por otro lado, su dibujo. ¿Se te ocurre qué podría pasar si los unes? ¡Claro! Has encontrado un personaje que bien podría ser protagonista de un cómic. Hay muchos cómics o historietas fascinantes, como por ejemplo las increbíbles aventuras de Astérix y Obélix de Uderzo y Goscinny, la cínica Mafalda de Quino, el osado Tintín de Hergé o el increíble Maus de Art Spiegelman. Los cómic son una fuente de placer e inspiración, de modo que si te animas a unir textos y dibujos puedes producir tu propia historieta. Como a algunos chicos o chicas se les da mejor escribir y a otros dibujar, podéis juntaros en grupo y llevar adelante esta bonita tarea…
  • Para terminar, nos ha llamado la atención que el nombre del pueblo austríaco en el que viven los tres amigos se llame Eseldorf, que como decíamos en alemán significa “el pueblo del asno”. Además, el nombre corriente del forastero misterioso es Philip Traum, un apellido que remite a la palabra “sueño” también en alemán. ¿Crees que Mark Twain les habrá puesto estos nombres a propósito? Y si así lo crees, ¿qué vínculos podrías establecer con el desarrollo de la novela?

La “tenebrosa” Edad media

Además de la importancia de situar al autor en el contexto histórico y social en el que vive y escribe, es importante también apreciar la época en la que transcurre el texto que nos ha gentilmente regalado. Porque de esta manera podremos hacernos una idea más acabada de las situaciones y circunstancias especiales que viven sus protagonistas, a la vez que intentar comprender por qué el autor ha decidido organizar la acción de su relato en esas fechas concretas. Mark Twain avisa, nada más comenzar el fascinante libro que hemos leído, que los sucesos comentados en él ocurren en el año 1590, en Austria, que “aún estaba en la Edad Media y prometía quedarse allí para siempre”.

¿Qúe sabemos de la Edad Media? ¿Cuáles eran las características básicas de producción e intercambio entre los hombres y mujeres que viveron en esa época? ¿Cómo sería su vida cotidiana? ¿Por qué generalmente se asocia esta etapa histórica, que duró nada más y nada menos que diez siglos, con un período oscuro, cruel y tenebroso de la humanidad? ¿Qué significaciones históricas y morales nos puede mostrar una época en la que la Inquisición quemaba a brujas y a herejes, y en la que Dios se erigía como el único absoluto posible, como unívoco guía o mentor del destino de los seres humanos?

Muchos y muy buenos pensadores, sobre todo sociólogos y filósofos que vivieron en el siglo XIX –ya que es precisamente en ese siglo cuando se consolida lo que hoy conocemos como “sistema capitalista”, un modelo económico y social que dio sepultura definitiva a la Edad Media–, la analizaron con criterio y entusiasmo. Según sus parámetros de saber no resulta posible conocer el presente ni atisbar el futuro cercano sin conocer en profundidad la historia precedente. Karl Marx (1818–1883), por ejemplo, ha sido sin duda uno de los analistas más lúcidos que ha estudiado minuciosamente la Edad Media, y a pesar de todo lo que pueda decirse sobre su trayectoria intelectual y política –el siglo XX se atiborró de admiradores y detractores de su obra casi a partes iguales–, sus análisis nos permiten comprender la dinámica de las sociedades contemporáneas a partir de sus estudios sobre la historia económica de las sociedades anteriores. Sin ir más lejos, el poeta cubano José Martí (1853–1895), que fue un reconocido marxista, llegó a decir que “un pueblo que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo”.

La principal contribución al debate histórico propuesta por Marx fue pensar la historia de la humanidad dividida en lo que él llamó “modos de producción”, es decir, en sus estudios teóricos de la historia universal Marx subrayó la importancia de analizar las diferentes épocas históricas según las formas que asumía la producción y las técnicas empleadas por hombres y mujeres a la hora de servirse de la naturaleza para satisfacer sus necesidades vitales. Así, dentro de los diferentes modos de producción –Marx distingue esencialmente los modos de producción esclavista, feudal y capitalista– el autor de El Capital establece a su vez diferentes “relaciones de producción” entre los individuos, relaciones que según él han sido siempre de explotación: el amo que obliga a trabajar al esclavo, el señor feudal que lo hace con el campesino o el siervo de la gleba, el capitalista que explota al obrero…. Es decir que, para Marx, la historia de la humanidad es la historia de la “lucha de clases”, un concepto sobre el que volveremos más adelante pero que en esencia supone que una clase social poderosa y minoritaria en número obliga a trabajar, para su propio beneficio, a una clase social mayoritaria que sólo tiene para vender su cuerpo, en términos marxistas su “fuerza de trabajo productiva”.

Desde luego que no resulta sencillo comprender la obra de Marx, y su estudio requiere una dedicación absoluta. Hay pensadores muy interesantes que han dedicado su vida a ello, como Antonio Gramsci (1891–1937), Louis Althusser (1918–1990) o incluso el revolucionario ruso Vladimir Ilich Lenin (1870–1924), lo que dio nombre a una corriente de pensamiento de autores unidos bajo el rótulo del “Marxismo”, ya que, como podemos apreciar, Marx ha revolucionado no sólo la historia del pensamiento sino también la historia de la humanidad con sus textos y su actividad política. De modo que lo mejor que podemos hacer ahora, antes de continuar con nuestro análisis de El forastero misterioso, es leer y analiar un párrafo de su Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Friedrich Engels (1820–1895) en el año 1848.

“Toda la historia de la sociedad humana hasta la actualidad es la historia de la lucha de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces y otras franca y abierta, lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de clases o estamentos, dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba. La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase.  Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas. (…) El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados.  Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos”.

  • Cuánta información contiene este texto, ¿verdad? ¿Te ha resultado muy difícil de comprender? Piensa entonces que Marx escribió El capital, su libro más importante y que consta de más de 12 volúmenes, como un texto para que las clases obreras se sublevaran contra el capital y los industriales… Es que, como ya dijimos, estudiar es una tarea que requiere esfuerzo y disciplina, pero que siempre termina dando muchas satisfacciones, quizás la mayor de ellas es que aprendermos a pensar con criterio propio.
  • Antes de comenzar con las actividades vamos a proponerte que te juntes con tus compañeros de clase y consigáis una película del gran Charles Chaplin que no sólo ha revolucionado la historia del cine, sino que también nos ofrece una explicación fabulosa y divertida de todo lo que dice Marx. Podéis intentar proyectarla en el aula, sería fantástico así la podéis ver todos juntos y organizar luego un bonito debate. La peli se llama “Tiempos modernos”, está rodada en blanco y negro porque es del año 1936, y os aseguramos que no tiene desperdicio.
  • Pero vayamos ahora con el texto de Marx. Él habla de la sociedad capitalista, que es la nuestra aunque algunas cosas puedan haber cambiado. En esta sociedad, según Marx, hay capitalistas por un lado, enriqueciéndose a costa del sacrificio de los obreros. ¿Qué te parece si os juntáis entre tres o cuatro amigos y buscáis en un periódico noticias relacionadas, por ejemplo, con la explotación infantil, o con la participación de niños soldados en las guerras de África? Si tenéis acceso a Internet podéis hacer una interesante investigación sobre estos temas tan delicados, buscando por ejemplo datos que permitan conocer más a fondo uno de los problemas más acuciantes que asolan nuestro amado mundo.
  • ¿Qué te ha parecido la frase del poeta cubano José Martí? ¿Te animas a explicarla con tus palabras y, si quieres, a poner algún ejemplo histórico que te parezca importante de recordar para que no se repita en el futuro? Tienes para elegir acontecimientos españoles o universales, siempre habrá por ahí una guerra que sería bueno conocer a fondo para que no vuelva a contagiarnos con su horror y destrucción….

Pero volvamos un momento más a la Edad Media. No se si conocerás la historia de amor y tragedia que unió (y separó) a Abelardo y Heloísa, pero vale la pena interesarse por ella, ya que ambos han pasado a engrosar la nómina de los amantes legendarios como Tristán e Iseo o Romeo y Julieta. Abelardo fue un prestigioso e inconformista profesor de la Universidad de París en el siglo XII, que chocó frecuentemente con las autoridades religiosas de su tiempo; Eloísa, su amada, fue priora de una comunidad religiosa de Aregenteuil, y un libro titulado precisamente Cartas de Abelardo y Heloísa nos muestra con todo el desgarro y la lucidez de la que estos personajes eran capaces su historia de amor y tragedia. Hemos seleccionado un párrafo de estas cartas para que las disfrutes, y como siempre te haremos luego unos breves comentarios para que sigamos reflexionando juntos:

“Mi bienamado, el azar acaba de hacer pasar entre mis manos la carta de consuelo que escribiste a un amigo. Reconocí enseguida, por la letra, que era tuya. Me lancé sobre ella y la devoré con todo el ardor de mi ternura: puesto que he perdido la presencia corporal de aquel que la había escrito, al menos las palabras reanimarían un poco tu imagen, en mí. Y los recuerdos han vuelto a mí: esta carta, en cada línea, me abruma de hiel y de amargura, trazando la historia lamentable de nuestra conversión y los tormentos a los que sin cesar has sido sometido, tú, mi único. Has cumplido perfectamente la promesa que al principio hiciste a tu amigo: sus pruebas, en comparación con las tuyas, han de parecerle poca cosa. Después de haber narrado las persecuciones dirigidas contra ti por tus maestros, después del injusto atentado perpetrado contra tu cuerpo, has descrito los execrables celos y el encarnizamiento de tus condiscípulos, Albérico de Reims y Lotulfo Lombardo. Has expuesto detalladamente los actos de violencia que las maquinaciones desencadenaron contra tu gloriosa obra de teología y contra ti mismo, condenado a una especie de prisión (…) Dudo que alguien pueda leer o escuchar tu historia sin que las lágrimas afloren en sus ojos. Ella ha renovado mis dolores, y la exactitud de cada uno de los detalles que aportas les devuelve toda su violencia pasada. Henos aquí a todas aguardando, con el corazón tembloroso y el pecho sobresaltado, la noticia de tu asesinato (…) Tú sabes, amado mío, y lo saben todos los demás, cuánto he perdido en ti; sabes en qué terribles circunstancias la indignidad de una traición pública me arrancó del siglo al mismo tiempo que tú, y yo sufro incomparablemente más por la manera que te perdí que por tu pérdida misma. Cuanto más grande es el objeto del dolor, más grandes deben ser los remedios que lo consuelen (…) Termino con una palabra esta larga carta: adiós, mi único”.

  • Este breve párrafo nos ofrece algunos datos sobre la vida cotidiana de Abelardo y Heloísa en su prisión amorosa. ¿Qué te parece si, como si tú fueras Abelardo, le respondes a Heloísa su carta? Intenta utilizar un lenguaje similar al que ellos emplean, y sobre todo trata de contar cosas cotidianas como el sitio donde supuestamente escribes la misiva, tus preocupaciones con tus superiores en la Universidad, cómo sigue tu obra de teología… ¿Podrás convertirte por un momento en un sabio de la Edad Media?

Poder y clases sociales

La sopresa de Nikolaus Bauman, Seppi Wohlmeyer y Theodor Fischer cuando se encontaron en el bosque por vez primera con el forastero misterioso fue ciertamente mayúscula. Pero mientras decidían si se trataba de un ángel o de un fantasma, un episodio que les pareció de la mayor crueldad les erizó la piel: el forastero fabricó de la nada un bello castillo en el que incluyó a seres humanos, y momentos después lo destruyó impiadosamente, asesinando, según los amigos, a todos sus habitantes. Los chicos deseaban con todas sus fuerzas y los corazones destrozados avisar a “los pobres niños, mujeres, muchachas, jóvenes y hombres que daban alaridos y suplicaban con angustia” pero era imposible, y el forastero, imperturbable, decía sin inmutarse siquiera que ellos no tenían importancia y que después podría crear más si hacía falta.

A pesar de la crueldad que parece encerrar este comentario, a lo largo del libro hemos podido apreciar que el forastero fundamenta con razón sus pensamientos. Es quizás algo escéptico, pero como tiene dieciséis mil años de edad puede suceder que ya ninguna de las crueldades humanas lo altere demasiado. No es que tengamos que creerle, pero ¿no piensas a veces que los millones de niños que viven en la pobreza en Asia, América Latina o África bien podrían ser los ocupantes de un castillo del presente construido por hombres sin escrúpulos a quienes poco o nada importan sus vidas? Pensemos que, según datos de Naciones Unidas, casi el 40% de la población mundial subsiste con sólo dos dólares diarios, y ni falta hace decir que en los telediarios de cada día vemos constantemente imágenes de la hambruna, las guerras o la propagación del SIDA que asolan a los seres humanos que viven en esas regiones desesperadas.

Uno de los problemas por los que surgen estos problemas tan difíciles de solucionar puede estar vinculado con lo que el forastero dijo en una ocasión a los pequeños: “Aquí tienes otro ejemplo del sentido moral. Los propietarios son ricos, y muy santos; pero el sueldo que pagan a estos pobres hermanos suyos es sólo lo bastante para evitar que caigan muertos de hambre”.

Volveremos más adelante a reflexionar en lo que el autor llama, por boca del forastero misterioso, “sentido moral”. Pero ahora intentemos concntrarnos y preguntarnos: ¿es entonces culpa de los hombres ricos y poderosos que tantos y tantos millones de personas mueran, ayer y hoy, en la más absoluta miseria? Para Marx la lucha entre clases constituye uno de sus principales argumentos a la hora de explicar la terrible pobreza que devasta el mundo. Como hemos visto en su Manifiesto comunista, de un lado se encuentran las clase opresoras, y del otro lado, las oprimidas. Claro que también los seres humanos construyen un sistema determinado que luego resulta muy difícil poder cambiar, un sistema que incluye leyes jurídicas, políticas y económicas que se establecen y al que el individuo debe adaptarse. Como ves, el problema es muy complejo, no en vano brillantes pensadores han intentado resolver esta cuestión, y cada uno de ellos tiene siempre su propia “receta” para arreglar un mundo que, a todas luces, no funciona demasiado bien. Si Marx hablaba de la importancia de la lucha revolucionaria para transformar la sociedad, por ejemplo, hay quienes piensan que con una reforma humanitaria alcanzaría, o quienes incluso creen que así como está el mundo funciona perfectamente, sobre todo las personas ricas y privilegiadas… La pregunta que subyace a estas reflexiones podría ser ¿pero, el ser humano es bueno o es malo? Para el forastero misterioso no existe duda alguna: el ser humano es increíblemente malvado.

Hemos encontrado un bellísimo poema de Bertolt Bretch (1898–1956), un poeta y dramaturgo alemán muy compremetido con la realidad sociopolítica de su tiempo. A partir de su lectura podremos analizar y profundizar en cuestiones vinculadas a tan difícil problemática. Aquí va:

“El hombre necesita abundante comida

y ello hace que el hombre salga más caro.

Para hacer alimentos se necesitan hombres.

Los cocineros abaratan la comida,

pero la ponen cara los mismos que la comen.

En fin, son demasiados escasos los hombres.

Pero ¿qué es realmente un hombre?

¡Yo qué sé lo que es un hombre!

¡Yo qué sé quién lo sabrá!

Yo no sé lo que es un hombre.

No sé más que su precio”.

  • Este poema nos ha dejado mudos, ¿verdad? Comprender por qué el mundo, que es tan hermoso, sufre tanto debido a la maldad de los seres humanos no es una tarea sencilla. Pero así está el panorama, y como siempre decimos, estudiar y profundizar en el conocimiento de la realidad es una buena manera de entender las cosas con nuestro propio criterio. Y trabajar cada uno desde su lugar de batalla para mejorar el mundo no es tampoco una mala idea… En todo caso, nos gustaría aquí que vincularas el texto de Marx que leímos antes con el poema de Brecht y, por supuesto, con las conclusiones que hayas extraído de la novela de Twain.
  • Aquí tienes también una buena oportunidad para continuar con la investigación que te habíamos planteado hace un par párrafos sobre la existencia de niños soldados o la explotación infantil. Siguiendo en esa línea podrías por ejemplo buscar datos en las páginas de Internet de UNICEF o Naciones Unidas sobre la pobreza extrema que asola a millones de seres humanos en el planeta. Como además de los problemas que tienen las sociedades al respecto se le unen actualmente las dificultades conocidas como de “calentamiento global del planeta”, sería interesante que también buscaras datos sobre esta cuestión, y elaboraras una especie de breve informe sobre este tema. Puedes centrarte por ejemplo en la región del Amazonas, llamada “el pulmón del planeta” por la gran cantidad de árboles que contiene, pero que últimamente está siendo deforestada por la mano del hombre. Intenta sobre todo no dejar de pensar en los autores que estamos analizando a la hora de realizar las conclusiones de el, quizás, primer informe sociológico o periodístico que tienes entre manos.
  • Por cierto, ¿y si le escribieras una carta a Satanás para contarle cómo está el mundo de hoy? Imagínate que vas a jugar a la plaza, o te encuentras con tus amigos para ir de paseo, y de repente os surge la figura de Satanás como les sucedió a los protagonistas del libro… Todo lo que le contarías en persona puedes pasarlo la papel, te saldrá seguramente una carta estupenda.

Vigilar y castigar

Uno de los episodios sociales que con más frecuencia se dejan ver en el texto de Twain es la preocupación que el autor parece tener con los castigos, ya que, como dice tajantemente el forastero misterioso en una ocasión, “cometer crueldades es un monopolio de los que tienen sentido moral, y sólo el hombre causa dolor por el placer de hacerlo”. ¿El sentido moral está entonces íntimamente vinculado a la miseria, el hambre y la crueldad de los seres humanos? Tenemos aquí más pistas para decidir si el ser humano es bueno o malvado, o al menos para seguir pensando tan complicada cuestión… La respuesta, una vez leído el texto, parece ser que sí, que la moral hace al hombre perverso y cruel, pero tenemos que desmenuzarla porque es una idea profunda y puede prestarse a confusiones si no sabemos defenderla como corresponde.

Gran parte de la novela está atravesada por el relato de las penas impuestas a los impíos, a los herejes, a las brujas y a todos aquellos que parecen ir en contra de la comunidad, ¿no te parece? Entra entonces en juego un elemento fundamental a tener en cuenta para analizar con lucidez la realidad pasada y la que nos toca vivir: el poder. El poder es un concepto muy complejo, porque no sólo es una herramienta que sirve para mandar y ordenar a los demás, sino que también puede ser visto como un lugar que cualquiera podría ocupar y no parece que sea tan así, pues difícil le resultaría a un niño que subsiste juntando basura en los vertederos de San Pablo o Bangkok llegar a ser un multimillonario de las finanzas.

Recordemos por otra parte que cuando el padre Peter es encarcelado, las autoridades de la comunidad deciden finalmente que el caso sea revisado en los tribunales civiles, ya que los tribunales eclesiásticos no tenían jurisdicción sobre un sacerdote suspendido como era el padre Peter. Pero el reo tenía una defensa débil, su defensor era Wilhelm Meidling que, si bien pondría lo mejor de su parte en el juicio frente a él se encontraban “el poder y los prejuicios, y las probabilidades de ganar el caso no eran muchas”.

Un escritor francés muy prestigioso llamado Michel Foucault (1926–1984) se encargó de analizar en sus libros las fuentes y consecuencias del poder. No es un autor sencillo –en realidad ninguno de los que estamos revisando para pensar mejor el texto de Twain lo es–, pero si nos hemos atrevido a leer El forastero misterioso y, además, nos estamos animando a desmenuzarlo lo mejor posible para comprender que el acto de estudiar constituye un paso importante que supera al acto de leer, tendremos que prestar mucha atención a lo que dice Foucault porque sus reflexiones nos permitirán crecer intelectualmente, uno de los fundamentos báscicos por los que resulta tan importante estudiar, estudiar y no dejar nunca de estudiar.

En su importante libro Vigilar y castigar, Foucault sostiene que las épocas cambian de manera radical, y su opinión es que una de las mejores maneras para percibir dichas transformaciones es analizar el cambio sufrido en los castigos y, sobre todo, en el cuerpo humano al que los castigos en definitiva van dirigidos. Antes de la Revolución francesa, que muchos analistas citan como el punto de inflexión fundamental que altera para siempre las condiciones de producción dando paso al Capitalismo –Marx también lo pensaba, ¿te acuerdas?–, Michel Foucault observa que en la Edad Media sobre todo los mecanismos del castigo llevaban aparejados un gran teatro o escenificación: lluvia de piedras a reos que pasaban por los pueblos atados a grandes cadenas, espectáculos de quema de brujas y herejes, en fin, todo se hacía a la luz del día y los presos estaban sometidos al escarnio público.

Pero la dinámica de los castigos “cambia sus engranajes” y sufre un cambio drástico con la Revolución francesa, gracias principalmente a la invención de la guillotina, que por un lado se encarga de seguir cumpliendo con el ritual del escenario, pero a su vez actúa con la celeridad del relámpago: el reo es ejecutado en milésimas de segundo. Poco duraron los aguillotinamientos públicos, porque la guillotina fue trasladada al interior de grandes talleres, y comenzó a fabricarse la cárcel moderna, similar a la que conocemos hoy en día. En ese sentido, los castigos pasan de ser “espectaculares”, es decir, objeto de espectáculo para las masas sedientas de sangre y venganza, a recluirse en edificios donde los presos no cuentan con la posibilidad de la libertad.

¿Resulta esta última opción más humana?

Dirá Foucalt que de todos modos es al cuerpo a quien se castiga, ya sea por medio de la hoguera, la guillotina o la cárcel, y que los castigos mutan de piel pero no dejan de infligir dolor físico al prisionero. Leamos una y otra vez, con detenimiento y provistos de un lápiz o un rotulador anhelante por subrayar las partes más importantes, el siguiente párrafo del libro que venimos comentando:

“Hoy castigamos, pero es como si dijéramos que queremos obtener una curación, una normalización. Pero podemos, indudablemente, sentar la tesis general de que en nuestras sociedades hay que situar los sistemas punitivos en cierta ‘economía política’ del cuerpo: incluso cuando utilizan los métodos ‘suaves’ que encierran o corrigen, siempre es del cuerpo del que se trata –del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión–. (…) Porque el cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido. Pero este sometimiento no se obtiene por los únicos instrumentos ya sean de la violencia, ya de la ideología; puede muy bien ser directo, físico, emplear la fuerza contra la fuerza, obrar sobre elementos materiales, y a pesar de todo esto no ser violento”.

  • Vaya, otra vez un texto con mucha información… De las partes que podrían subrayarse como importantes hemos destacado la siguiente: “siempre es del cuerpo del que se trata –del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión–.”. ¿Por qué hará tanto hincapié Foucault en que el cuerpo debe ser a su vez útil y dócil? Recuerda lo que Marx llamaba “fuerzas de trabajo productivas”… ¿podrías establecer alguna relación entre el pensamiento de Marx y el de Foucault?
  • El cuerpo se convierte en fuerza útil y productivo cuando es un cuerpo sometido, viene a subrayar Foucault, y el castigo es una de las cosas que ayuda a ello. ¿Conoces la frase “la letra con sangre entra”? No es una frase acertada, pero durante siglos parece que a los niños que iban a la escuela los castigaban y obligaban continuamente a aprender por la fuerza, y ya sabemos nosotros que aprender es sobre todo jugar muy seriamente, con esfuerzo y dedicación sí, pero aprender es jugar. A lo que íbamos: ¿podrías hacer una lista de situaciones en las que tú mismo te sientes controlado y dominado? ¿Crees que la sociedad intenta hacer de ti alguien dócil a pesar de que aún no tengas edad para trabajar? ¿Podrías decir que el aburrimiento es una de las cosas que se enseñan en las escuelas, mecanismo que puede parecer fundamental para que uno se convierta en un adulto dócil?
  • Aprovechando que hemos leído este magnífico texto de Michel Foucault, es un buen momento para que recurras a algún libro de historia –mejor a un libro que a Internet, porque de Internet viene todo masticado y un buen investigador debe saber elegir él mismo sus preferencias– y leas, por ejemplo, textos sobre la Inquisición, que tanta fuerza tuvo en la España de la Edad Media, conozcas mejor la vida y la obra de Martín Lutero, que con sus pensamientos produjo un cisma revolucionario en el seno de la Iglesia, o te adentres en la apasionante obra de Galileo Galilei, un sabio cuya vida estuvo muy ligada a sus terribles problemas con la Inquisición. También podrías buscar por ejemplo datos sobre la invención y la historia de la guillotina, la época de la Revolución francesa constituye un período histórico verdaderamente apasionante…
  • Por último, y como este ejercicio no habrá resultado sencillo, te ofrecemos una cita de un libro maravilloso, nunca mejor dicho porque se trata de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll (1832–1898), un libro que si no has leído aún te recomendamos vivamente que lo hagas. La cita es algo extraña, pero seguro que puedes sacar interesantes conclusiones:

“– Y bien, señores del jurado, ¿cuál es su veredicto? –dijo el Rey, por enésima vez aquel día.

– ¡No! ¡No! –le atajó la Reina–. ¡La sentencia primero!… ¡Tiempo habrá para el veredicto!”.

En el principio fue la guerra

“En el principio fue la palabra”, dice en el Génesis la Biblia. Pero el forastero misterioso tal vez desestimaría esta afirmación, ya que opina que la raza humana es una raza “cuya principal ambición es matar, lo que constituye el incidente más antiguo de su historia”. Nada más comenzar, incluso Theodor dice que “todo el mundo sabía que el astrólogo podía predecir guerras y hambres en cualquier momento, aunque no era tan difícil conseguirlo, porque siempre había una guerra y normalmente hambre en alguna parte”.

¿Será posible que, en realidad, la guerra constituya el eje sobre el que se han establecido desde los comienzos de la historia la vida de hombres y mujeres? Pues habrá que, como suele decirse, “creer o reventar”, ya que haciendo un breve repaso a los acontecimientos que dominaron a todas las sociedades desde sus inicios éstos nos muestran prácticamente sólo sangre, horror y destrucción (aunque también nos ha dado a Mark Twain y el maravilloso libro que estamos analizando…). El propio Satanás les ofrece a los chicos hacer ese repaso cuando comienza diciendo: “Muy bien. ¿Os gustaría ver la historia del progreso de la raza humana, el desarrollo de ese producto que se llama civilización?”. Y entonces, como recordarás, fueron apareciendo a los ojos de los sorprendidos muchachos acontecimientos como el asesinato de Caín a manos de su hermano Abel, las cruentas guerras hebreas, egipcias, griegas y romanas que empaparon la tierra de sangre, el nacimiento del cristianismo que sembró de hambre, muerte y desolación toda Europa, todos ellos “indicios del progreso de la raza humana”. No sin marcada ironía Satanás siguió en ese momento contando a los chicos su opinión de que “ninguna guerra comenzó con propósito limpio alguno, y no hay tal guerra en la historia de la raza. Les habló del “progreso extraordinario” que suponía que, en cinco o seis mil años, cinco o seis civilizaciones superiores se levantaran, florecieran y desaparecieran, inventando cada una de ellas las maneras más adecuadas y arrolladoras para matar a la gente de la época. Así, de la porra de Caín a las espadas hebreas, pasando a las finas artes de la organización militar de griegos y romanos y llegando a los fusiles y la pólvora del cristianismo, el progreso técnico a la hora de matar constituía para Satanás un progreso palpable, aunque claro que profundamente irracional y devastador. Incluso Satanás se permitió un agudo comentario sobre el cristianismo, diciendo: “Pero sólo la civilización cristiana ha logrado un triunfo del que puede enorgullecerse. Dentro de dos o tres siglos se reconocerá que todos los asesinos competentes son cristianos; entonces el mundo pagano tomará lecciones de los cristianos para adquirir no su religión, sino sus armas”.

¡Cuántas cosas podemos analizar de estos comentarios hechos por Satanás a los chicos! Pero antes de desmenuzarlos, de atacarlos, de sopesarlos con la serenidad necesaria a la luz del estudio, queremos traer aquí dos textos interesantísimos, uno es de Walter Benjamin (1892–1940), un filósofo alemán muy agudo que se suicidó al verse cercado en la frontera franco–española por las huestes de las SS hitlerianas; el otro es un extracto del maravilloso libro Cien años de soledad del escritor colombiano Gabriel García Márquez, nacido en 1928. Aquí van:

“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviera a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.

“Había tenido que promover treinta y dos guerras, y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad (…) Fue entonces que al amanecer, estragado por la tormentosa vigilia, apareció en el cuarto del cepo donde él mismo había confinado al coronel Gerineldo Márquez. ‘Ponte los zapatos y ayúdame a terminar con esta guerra de mierda’, le dijo. Al decirlo, no imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla”.

  • Te pedimos aquí, sencillamente, que expliques con tus palabras ambos textos. En el de Benjamin puedes centrarte en su última frase, la que sugiere que “ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”. En la de García Márquez también nos ha impactado la última sentencia, la que dice que “no imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla”. Desde luego, puedes haber subrayado otra cita diferente y será muy bienvenido tu comentario.
  • También sería interesante que buscaras, en algún libro de pintura, el cuadro de Paul Klee al que se refiere Walter Benjamin, contemplarlo mientras relees el texto puede ser una bonita actividad. Ah, te recordamos que Benjamin se suicidó en Port Bou, un precioso pueblo situado a escasos pasos de la frontera con Francia, si algún día tienes la suerte de estar por allí no dejes de visitar su tumba, ¡es un monumento precioso que te encantará!
  • Una de las figuras más controvertidas y apasionantes de la historia es sin duda la de Napoleón (1769–1821), considerado además uno de los estrategas militares más brillantes. Además, fue el encargado de consolidar la revolución burguesa iniciada en Francia en 1789, y su vida y obra fue admirada por escritores de la talla de Stendhal o Nietzsche. ¿Qué te parece si te acercas nuevamente a algún libro de historia y le echas un vistazo a la vida y la obra de Napoleón? Por otra parte, muchas de las cosas que estamos viendo en estas actividades pertenecen al siglo XIX, un siglo lleno de revoluciones y grandes pensadores, un siglo para conocer en profundidad, por lo que acercarse a Napoleón constituye un gran paso para conseguirlo.

La invención de Dios

Llegamos al fin a una de las ideas más fuertes y, quizás, también más controvertidas que aparecen en el texto: la existencia, o no, de Dios. Además, esta cuestión conecta con la no menos importante de los “sentimientos morales”, ya que como sabrás la moral contemporánea mantiene una relación de gran relevancia con lo que suele llamarse la “moral cristiana”. Y como en el pequeño pueblo perdido en las montañas de Austria donde vivían nuestros amigos “corría entonces la Edad de la Fe”, nada mejor que ponernos a pensar un poco en la existencia o inexistencia de Dios y de su relación con los sentimientos morales para profundizar en cuestiones tan pero tan importantes.

Desde luego, cuando el forastero misterioso dice, tajante, que “no hay otra vida”, ya conocemos de primera mano cuál es su elección acerca de Dios: no existe nada que se le parezca, porque el proceso de la vida “lo determinan las circunstancias y el medio del hombre”. Además, ya hemos visto que en la percepción de Theodor, la idea de la existencia de Dios estaba ya al menos tambaleándose, o eso parece desprenderse de su pensamiento al respecto cuando dice: “el saber no era bueno para la gente común, y podía hacer que se sintieran descontentos con la porción que Dios les había asignado”. En definitiva, Dios es según Mark Twain una invención que deja las cosas en su sitio, que no permite pensar a los individuos, que impide tomar decisiones por uno mismo… Así nos parece que lo confirma la siguiente frase: “Satanás solía decir que nuestra raza viviía una vida de autoengaño continuo e ininterrumpido. Desde la cuna hsata la sepultura se engañaba con falsificaciones e ilusiones que confundía con realidades, y todo aquello hacía de su vida una falsedad”.

Muchos grandes filósofos han discutido esta cuestión, entre ellos Friedrich Nietzsche (1844–1900), una figura fundamental en la historia de la Filosofía que en su libro El crepúsculo de los ídolos dice acerca de Dios y de la moral cristiana lo siguiente:

“Inventar fábulas acerca de ‘otro’ mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de ‘otra’ vida distinta de ésta, ‘mejor’ que ésta”.

“La fórmula más general que subyace a toda religión y a toda moral dice: ‘Haz esto y aquello, no hagas esto y aquello, ¡así serás feliz! En otro caso…’. Toda moral, toda religión, es ese imperativo –yo lo denomino el gran pecado original de la razón, la sinrazón inmortal”.

  • Como ves, hemos ido añadiendo poco a poco mayor dificultad en los textos, pero es que así es estudiar: ir creciendo más y más. Explica con tus palabras las dos aseveraciones de Nietzsche, y recuerda que a pesar de que sean breves su contenido es lo suficientemente complejo para que las leas una y otra vez.

Ahora bien: una de las características de las religiones monoteístas como la católica es la creencia en la existencia de un solo Dios. ¿Sabes si siempre ha sido así en la historia de la humanidad? Claro que no: los griegos y los romanos, por ejemplo, adoraban a una multitud de dioses y diosas a quienes agregaban cualidades humanas, conjunto de creencias que recibió el nombre de “mitología”. Uno de los mitos griegos más divertidos e interesantes –porque en esa época los dioses podían ser también divertidos– es el de Prometeo, un joven que plantó cara al todopoderoso Zeus para que el fuego pudiera pertenecer a la humanidad. Si Prometeo salió perdiendo o ganando con su osadía es algo que tú tendrás que decidir. En Los mitos griegos, Robert Graves (1895–1985) relata de este modo dicho acontecimiento mitológico:

“Un día en que tuvo lugar una disputa en Sición sobre qué partes de un toro de sacrificio debían ofrecerse a los dioses y cuáles deberían reservarse a los hombres, Prometeo fue invitado a actuar de árbitro. Así pues, desolló y descuartizó un toro y luego cosió su piel formando dos bolsas de boca ancha que llenó con lo que había cortado. En una de ellas puso toda la carne, pero la ocultó bajo el estómago, que es la parte menos tentadora del animal; la otra la llenó con los huesos, escondidos bajo una espesa capa de grasa. Cuando invitó a Zeus a elegir una de las dos bolsas, éste, dejándose engañar fácilmente por las apariencias, escogió la bolsa que contenía los huesos y la grasa (que sigue siendo la porción de los dioses), pero castigó a Prometeo, que se estaba riendo de él a sus espaldas, privando a la raza humana del fuego. ‘¡Que se coman su carne cruda!’, gritó. Prometeo se dirigió enseguida a Atenea suplicándole que le dejara entrar en secreto en el Olimpo, a lo que ella accedió. Al llegar, encendió una antorcha con el carro ígneo del Sol y arrancó de éste un trozo de carbón al rojo que insertó en el hueco meduloso de una cañaheja gigante. Después apagó la antorcha, salió a hurtadillas y donó el fuego a la humanidad. Zeus juró vengarse. Ordenó a Hefesto que hiciera una mujer de arcilla, a los Cuatro Vientos que le infundieran vida y a todas las Diosas del Olimpo que la engalanaran. Esta mujer, Pandora, la mujer más bella jamás creada, fue enviada como regalo de Zeus a Epimeteo bajo la custodia de Hermes. Pero Epimeteo, que había sido advertido por su hermano de que no aceptara ningún regalo de Zeus, se excusó educadamente y no lo aceptó. Más enfurecido aún por el desaire, Zeus hizo encadenar a Prometeo desnudo a una columna en las montañas del Cáucaso, donde un buitre voraz le devorara el hígado constantemente año tras año. Y no hay fin a su dolor, porque cada noche, cuando Prometeo está expuesto al frío y heladas insoportables, su hígado vuelve a regenerarse entero. (…) Epimeteo, alarmado por el destino que había corrido su hermano, se apresuró a casarse con Pandora, a quien Zeus había hecho tan tonta, malévola y perezosa como bella (la primera de una larga serie de mujeres de este tipo). Al poco tiempo ella destapó un ánfora sobre la cual Prometeo había pedido a su hermano que no abriera nunca, en la que había conseguido encerrar con gran esfuerzo todos los males que podían infestar a la raza humana: la Vejez, el Trabajo, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y la Pasión. Todos ellos salieron de la caja en forma de nube, penetrando en Epimeteo y Pandora en todas las partes de sus cuerpos, y atacando luego a todos los mortales. A pesar de todo, la Esperanza Falaz, que Prometeo también había encerrado en el ánfora, les convenció con sus mentiras de que cometieran un suicidio general.

  • ¿Cuál crees que puede ser la diferencia entre una sociedad “obligada” a creer en un Dios único de una que tiene multitud de dioses? ¿Te animas a inventarte un Dios personal, describiéndolo lo más minuciosamente posible? Por cierto, no pierdas la oportunidad de adentrarte en el mundo griego, tuvieron fabulosos artistas y pensadores y hay quien dice que todo lo bueno (aunque poco) que hoy tenemos se lo debemos a ellos. Ya lo sabes: biblioteca pública, libros de historia, paciencia… ¡y a disfrutar leyendo!
  • A veces puede parecer que Dios está en todos lados, aunque podamos pensar que no existe. Por ejemplo: si separamos sintáticamente la frase “mi mamá me mima”, tenemos que todo junto es una oración, “mi mamá” es el sujeto y “me mima” el predicado, ¿verdad? Jugando un poco con las palabras vemos que hay… ¡un sujeto que predica una oración! Parece cosa del demonio, pero hay incluso filósofos que opinan que Dios se mete en el lenguaje y desde allí nos tiene atrapados. Y si te parece inverosímil, sólo tienes que separar en sílabas la palabra “estudios” ¿Qué resultado has obtenido?

La moral como contranaturaleza

 Como decíamos, la discusión por la existencia o inexistencia de Dios es una cuestión que siempre ha estado íntimamente vinculada con la problemática de la moral y de los sentimientos morales. El título de este apartado, que es idéntico al de un bonito ensayo de Nietzsche incluído en su libro El crespúsculo de los ídolos, habla bien a las claras del pensamiento que el filósofo alemán tenía al respecto: para él, toda moral atenta contra las reglas más elementales de la naturaleza humana, una naturaleza en la que los sentidos deberían primar por sobre los preceptos morales (dicho todo esto de manera muy simplificada, ya sabes a esta altura que estudiar en profundidad a autores tan importantes requiere mucho esfuerzo y dedicación…).

Pero vayamos con algunas definiciones que Satanás propone a los chicos para referirse a los seres humanos, seguro que recuerdas la mayoría:

“El hombre es un museo de enfermedades, un hogar de impurezas; llega hoy y se va mañana; empieza como barro y se marcha como hedor; yo soy de la aristocracia de los imperecederos. Y el hombre tiene sentido moral… Parece que bastaría eso para mostrar la diferencia suficiente entre nosotros”.

“Los hombres no tienen nada en común conmigo, no hay punto de contacto; tienen pequeños sentimientos tontos, y vanidades e impertinencias y ambiciones pequeñas y tontas; su pequeña vida tonta es solo una risa, un suspiro y un adiós; y carece de sentido”.

“Es propio de tu raza mezquina, siempre mintiendo, siempre arrogándose virtudes que no tiene, siempre negándoselas a los animales superiores”.

Incluso los tres amigos van comenzando poco a poco a acercarse a las posturas de Satanás, y así lo reconoce Theodor cuando dice que “los seres humanos éramos tal y como Satanás nos consideraba: una raza absurda y trivial”.

  • Llegados a este punto, creemos que ya es posible dejarte toda la libertad del mundo para que elabores por tu cuenta un texto breve en el que expliques, con tus palabras, lo que Mark Twain quiere decir con sus ideas sobre los sentimientos morales, y elabores a su vez una conclusión personal sobre ello. ¡No existen reglas más allá de tu pensamiento en libertad!

Amar y reír

¡Ya es hora de irnos! ¡Qué pena! La verdad es que nos lo hemos pasado muy bien intentando ayudarnos pensar juntos, creyendo también juntos en la fuerza y la alegría que produce leer y estudiar textos tan interesantes como el de Mark Twain. ¡Si hasta hubo un momento en el que nosotros mismos nos sentíamos como Satanás con los chicos! Pero así son las cosas y las despedidas es mejor que sean breves aunque no por ello dejarán de ser emotivas y alegres. ¿Qué impresión global te ha dejado la lectura de El forastero misterioso? Es cierto que el texto no parece ser demasiado optimista, pero si recuerdas bien hay una idea que el autor nos transmite por boca de Satanás, la de que el ser humano posee una fantástica herramienta para cambiar la vida de las sociedades y la suya propia. ¿Te acuerdas cuál era esa herramienta? Claro, era la risa, y así la describe Twain:

“Porque tu raza, en su pobreza, tiene sin duda un arma bastante eficaz: la risa. El poder, el dinero, la persuación, la súplica, la persecución, todas estas cosas pueden intentar el derrocamiento de un engaño colosal, pueden empujarlo un poco, debilitarlo un poco, siglo tras siglo; pero sólo la risa puede hacerlo estallar de golpe, dejando sólo trapos y átomos. Contra el asalto de la risa nada puede quedar en pie. Siempre os afanáis y lucháis con las otras armas, pero ¿usáis alguna vez esa? No, la dejáis de lado hasta que se oxida. ¿En cuanto raza la usáis de forma absoluta? No; os faltan la inteligencia y el valor”.

Nos gusta pensar que además de la risa también tenemos otra herramienta fundamental, y no es otra que el amor. Por ello hemos decidido, antes de despedirnos hasta otra ocasión, regalarte un texto de Julio Cortázar (1914–1984) que aparece en su novela Rayuela y que nos parece verdaderamente hermoso. Dice así:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre si, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el olor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorver simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua”.

Bibliografía

Carroll, L. Alicia en el País de las Maravillas. Madrid, Cátedra, 1997.

Benjamin, W. Discursos interrumpidos I. Taurus, Buenos Aires, 1989.

Borges, J. L. Obras completas. Emecé, Buenos Aires, 1974.

Brecht, B. Poemas y canciones. Alianza, Madrid, 1965.

Cortázar, J. Rayuela. Sudamericana, Buenos Aires, 1963.

Foucault, M. Vigilar y castigar. México, Siglo XXI, 1989.

Graves, R. Los mitos griegos. Alianza, Madrid, 2001.

Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Akal, Madrid, 2004.

Nietzsche, F. El crepúsculo de los ídolos. Alianza, Madrid, 1988.

 

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