25.11.2014 [Oh sí, ¡¡¡cielos!!!, dos meses exactos para cuadrar el acta (no tengo perdón, no tengo perdón, no tengo perdón…) Que sepáis que cada día de estos intensos meses he escrito un cachito, o borrado una coma, sin llegar a perder nunca mis manoseadas notas, a pesar de los viajes, paseos y bolsos utilizados, a pesar de olvidos, traspapelados y reencuentros misteriosos. London, London, London!!!]
Asistentes: Lucely, Dani, Magalí, María, Marrone, Lucía, Laura, Pablo, Teresa, Carlos, Mitas, Delia.
Hacemos previamente una puesta en común del trabajo de traducción de la tríada Mitas-Magalí-Marrone, comenzando por la avezada traductora, que se puso al servicio del maravilloso y ansiado texto de Magalí -a ver cuándo lo comparten con nosotros- bajo el ojo avizor de Marrone, ávido consumidor de pollo a la naranja mitiano.
En un inicio Magalí y Carlos Lewis nos adentran en el mundo de London desde sus andanzas y desventuras, para después analizar al detalle el relato de “Lo inesperado” de Jack London.
Jack London
Breve cronología de “cosas raras” de Jack London
Comienza Magalí desplegando una retahíla de «cosas raras» que ha entresacado acerca de Jack London (originariamente John Griffith Chaney): de su vida, se entiende.
Muere en 1916. Tranquiliza saber que nació, antes, en 1876, en San Francisco. Importante señalar este hecho, no por común menos sorprendente, de morir después de nacer. Magalí ya nos ha sacado del sueño de golpe, la risa corre por todas las bocas.
Antes de dicho suceso final, London sostuvo una variada vida, en la que -no sucesivamente- fue corresponsal de guerra, periodista de deporte, constructor de barcos, ávido acumulador de deudas y agudo observador entre vagabundos, como atestigua su trabajo «Literatura y miseria».
Otro dato un tanto oscuro de su vida: Por un lado, aparece como que no tiene padre, y por otro lado, sí: un astrólogo muy conocido y enfermo, discapacitado, su padre adoptivo. Parece que fue una incógnita incluso para él, puesto que esta persona desmintió su paternidad.
Su infancia transcurre en la época de la gran crisis en EEUU -16.000 empresas en quiebra-. A los 13 años (1889) trabaja 12 horas al día por 12 centavos la hora. Toma entonces su primer trabajo ilegal, de robar y vender, durante el cual se produce el encuentro con los vagabundos, que estarán presentes en muchas de sus obras.
A los 14 años (1890) prueba variados trabajos, necesidad obliga: vende helados, periódicos, limpia saloons. Inicia un vínculo temprano entre la pobreza y el alcohol: toma básicamente whisky, al cual apoda el “ángel negro” (todos los tipos de alcohol tienen nombre). En “John Barleycorn” (1913) tendremos el diario de un alcohólico.
A los 16 (1892) se embarca como marinero en la caza de focas. Vuelve a los 17 (1893) para entrar a trabajar en una fábrica eléctrica por 30 dólares al mes a cambio de diez horas de trabajo sin descanso.
A los 21 (1897) hace el camino por la carretera a Alaska, peregrinaje como vagabundo que lo hará famoso. Se va a buscar oro y sus lecturas de cabecera son Herbert Spencer, Marx, Darwin, Milton y Nietzsche.
La “aristocracia de los bajos fondos» muestra una compleja lista de tipos: el mendigo que roba, el que se pasea pero es trabajador temporal itinerante, los discapacitados (los que caminan de a pares: el estropeado, con el que no tiene suerte), el faquir (ese vagabundo inteligente que se conoce los trucos) y, finalmente, el niño que trabaja (“la más triste imagen de la fatalidad”). (Como curiosidad, sepamos que Chaplin construye su personaje Charlot a través de estos personajes retratados por London.)
London elabora el argot de los vagabundos y apuntala una tesis:»el vagabundo es un componente esencial del sistema [capitalista neoliberal]», dado que la masa de los parados permite mantener precios bajos (tesis muy foucaltiana). La figura del vagabundo marca el límite entre el parado y el vacío, se sostiene en esa orilla escarpada. [Diferente del clochard, que toca ese lugar pero lo ve, y sí elige estar ahí].
30 segundos, 30 días. Se produce un suceso crucial: London sufre una condena de 30 días de cárcel por vagabundeo, sentencia dictada tras un juicio de 30 segundos.
En 1897 vuelve a Berkeley, donde se inscribe en la universidad y en Oakland entra en el partido socialista.
En 1902 se va al West End de Londres, donde se disfraza de mendigo y habla largamente del imperio, del universo… ¿Hasta qué punto se vuelve loco? “Gente del abismo” (1902) recoge este encuentro con los mendigos de los slums.
Entre 1903 y 1904 escribe «La llamada de la selva» y «Lobo de mar” (“Sea Wolf”). «Colmillo blanco» (1904) le hace famoso.
En 1906, y tras varios divorcios a cuestas (ya lleva 30 años encima), la escritura se le vuelve trabajoPara su biógrafo, escribir se convierte en «una actividad de rellenar latas de sardinas» (sic): ¿objeto en sí mismo, o medio para vivir? Reflexión muy presente en “Martin Eden”, como señala Lewis Carlos.
Muere a los 40 (1916) o se suicida, sospechosamente en un final similar al del protagonista de “Martin Eden”. Al respecto pueden leerse relatos suyos como las «Muertes concéntricas» y el «Encender una hoguera».
El relato “Lo inesperado” de Jack London
Después de este sucinto recorrido por la vida de London, entramos de lleno en el análisis del relato que nos ocupa
Lo imprevisto frente a la civilización
Tenemos tres contraposiciones que nos plantea Magalí:
– Lo inesperado frente a lo esperado.
– La naturaleza frente a la civilización
– La supervivencia, la violencia, la lucha frente a la vida acomodada.
Como idea central, lo que nos sorprende de lleno en el relato es la transformación de sus personajes: Parece que no fuesen seres humanos, sino solo bestias. La naturaleza se muestra como reflejo de la lucha por la supervivencia, y la civilización se establece en su contra.
Hay algo misterioso, intrigante, ya presente en el principio del relato. ¿De qué habla –se pregunta uno al inicio?- De ese elemento de azar, existente por el mero hecho de estar vivo. Lo biológico a lo que estamos sujetos: las mutaciones, más lo histórico, las cosas que ocurren, aunque sean imposibles en pura lógica.
Dado que todos estos aspectos no los podemos dominar, surge la capacidad de improvisación.
Lo imprevisto muestra lo oculto
A continuación se esbozan los atributos de lo inesperado:
– El imprevisto muestra a los débiles y a los fuertes.
– El imprevisto es una prueba para medir la fuerza de reacción.
– El imprevisto impide a la gente actuar, ser dueño de su propia vida.
A diferencia de la vida de la ciudad, donde todo es contemplación y pasividad, -donde todo se espera, pues no hay que hacer, solo padecer y seguir-, el imprevisto muestra lo que está escondido, lo que no se ve, requiere que el hombre se adapte a lo que está oculto. (Este concepto recuerda a la idea de “lo siniestro” de Freud, tomado del cuento “El hombre en la arena” de Hoffman.)
Frente a la “pretendida adaptación” que supone la civilización, el imprevisto mostraría la naturaleza oculta de las cosas.
La pérdida del orden interno
Con lo imprevisto entramos de golpe en el ahora, cambia la estructura: Lo imprevisto tiene una forma, un contenido, unos actores y catalizadores. Para London es una ciencia que puede estudiarse, por eso en los cuentos de London siempre hay un imprevisto: tal es la manera en la que se estructura la vida de las personas.
Enfrente de lo imprevisto siempre hay una persona de categoría social media (no vagabunda):, para mostrar que ésta es precisamente la clase que no sabe actuar, según London.
Carlos Lewis señala que en la página 179 tenemos una muestra de cierta capacidad de adaptación de la protagonista Edith frente a la contingencia y el azar, y en la 185 se subraya la forma en la que actúa sobre cosas sobre las que no tenemos ninguna acción en la vida.
Lucely lanza un apunte explicativo sobre cómo al inicio la protagonista desarrolla una cierta capacidad de adaptación, y además despliega su capacidad de reacción, con lo que en un principio parecería que tendría todos los fundamentos para afrontar la vida. Pero no tardamos en descubrir que esa adaptación era aparente: eso inesperado que le pone en crisis no había llegado.
Edith reacciona frente a la contingencia cuando esta ocurre, y en los meses siguientes agotadores va perdiendo el orden interno que tenía desarrollado para hacerle frente. El único asidero que encuentra entonces es interponer ese peculiar conjunto de normas; cosa que hace convencida de que es lo tiene que hacer, pero sintiendo una gran culpa en esa readaptación a la civilización.
¿Marxista o spenceriano?
Comentamos al margen cómo surge una contradicción entre el lado marxista y el lado spenceriano (“el más fuerte o apto gana”): London mantuvo durante toda su vida un compromiso muy importante con las ideas socialistas, pero ello no le impedirá creer en ciertas tesis darwinistas.
En “Martin Eden” la gran cuestión que se plantea el protagonista es “¿qué busco realmente?” London declara que la clase alta es la única que tiene derecho de acceso a la cultura: se muestra así como una mezcla de socialista y fascista ingenuo. En el pensamiento de Spencer hay la misma contradicción: primero militó en ideas antisocialistas por la supervivencia del más apto, y en un segundo momento se declaró a favor de las obras de caridad, siempre que no fueran con dinero del Estado.
Hay en London cierta fascinación por la fuerza del explotador, del más fuerte, presente en los escritos del West End, donde afirma que los pobres son la primera causa de su propia miseria. [Ver al respecto el “Crepúsculos de los ídolos” [40] de Nietzsche cuando habla sobre la cuestión obrera, cif. 40]
Frente al sentido de la violencia vivida por el grupo de los rusos, Magalí añade que lo que se siente en ciertos escritores de EEUU es la soledad, la vivencia individualizada, pues no existe el colectivo, están solos. Quizás en Steinbeck sí que había cierto asociacionismo, por el manifiesto del partido comunista.
Lo imprevisto como lo ominoso
Se señala también cierta relación que hace que, a mayor pobreza, más posibilidades de que entre la violencia. Lo inesperado es una acción violenta, pero lo es más cuando nuestros personajes “vuelven” a la civilización: ahorcan al asesino sin juicio.
El encierro de los tres transcurre asimismo en otro tiempo, fuera de la naturaleza. Edith necesita un juicio para salvar sus principios morales, para hacerlo tolerable, y comete así una reducción simplista: un juicio, un fiscal y así retorno a la civilización.
Tenemos una micro sociedad: cuando la bestia llega, lo rompe todo. El encierro es la solución temporal (la cárcel). Pero la micro sociedad es la que ha producido la llegada de este tipo: se quebranta la sociedad por la posibilidad de llevarse todo.
La “justicia” da el mismo resultado
El sistema penitenciario se muestra como un surco del sistema liberal. La pena de muerte y la tortura hacen parte de la lógica. [Apunta Magalí que London contribuyó a cambiar la opinión de EEUU sobre la pena de muerte, participando en la reforma que consistió en quitar la camisa de fuerza.]
Esta “justicia blanca” la encarna Edith, de quien se dice que ella tiene esta justicia imprimida en la sangre. Los indios que miran simbolizan cuán diferente es la “ley del indio”, frente a la crueldad calculada de “cómo actúan los blancos”: te diré qué día y te haré esperar. El mismo asesino pasa de ser callado, durante el encierro y tortura, a hablar. Él cree que su mejor salida es convencerse de que así es mejor.
La pantomima se da aquí al identificar quién amenaza a quién con una muerte violenta. (Aunque para London lo violento no es morir sino vivir. Él sostiene conceptos diferentes sobre la adicción al dolor: Para la gente no adicta, la muerte es algo terrible, mientras que para la gente adicta, la muerte no existe, prolonga la vida. En el relato “Amor a la vida” hay treinta páginas impactantes sobre la supervivencia.)
Lo impactante pues es que acabamos en el mismo punto con esta entrada de la “justicia”, lo salvaje da el mismo resultado. [Recordamos a Hobbes: “Los hombres pactan por temor a la muerte violenta”.]
Pero no se subsana un error realizando otro error. Ellos simplemente pasan a ser parte de la muerte dirigente: Matan y no son asesinos. [“El mal nunca triunfa, porque cuando triunfa se llama bien” (Perich)].
Tras este intenso recorrido por los aspectos de este impresionante relato concluimos la reunión, llenos de ganas de leer a Jack London más en profundidad.