Como cada primavera, en nuestra última excursión necropia nos fuimos de paseo, pi pi pi, a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión del Paseo de Recoletos, y no sabemos si porque era el primer día de Feria o porque no había desayunado correctamente, fumando su pipa como si se tratara del protagonista de «La puerta de los cien pesares» de Kipling, el librero calvo de la caseta xxx (se dice el pecado, no el pecador) nos trató como si fuéramos compradores de libros nuevos, o peor aún, como si leyéramos los libros que compramos. Si alguien se entera de que regatear precios en los libros viejos (sobre todo cuando tienen precios de libros nuevos) ha pasado de moda, que por favor nos lo comunique. En fin, para la próxima ya sabe, señor librero: agregar all bran en el desayuno diario le hará una vida más cómoda (y a nosotrxs más agradable).

También fuimos de excursión necropia al Edificio de Telefónica en Gran Vía y aquí Andrés, el guía, se ve que había desayunado muy bien porque fue muy amable, se metió a competir con Pablo a ver quién contaba chistes más malos (Pablo gana siempre, es un verdadero artista haciendo chascarrillos de baja calidad) y nos mostró los vericuetos de un edificio emblemático de Madrid, salimos todxs muy contentxs y yo pude soñar que Nexflit me contrataba como prota de «Las chicas del cable», ahora que Harry se ha casado y está pillado (él se lo pierde de todas formas).