“¿Quién puede hacer la crónica? ¿Tú?”, me dijo Pablo Nacach aquella media mañana del 25 de febrero. Eran casi las doce, la hora en la que daría comienzo la nueva sesión de La Necropia. Era la hora habitual pero no era una convocatoria habitual. Parte de nosotros nos habíamos desplazado desde Madrid o Zaragoza para poder coincidir ese día en un mismo piso en Barcelona que ya habíamos visitado por Zoom. Éramos siete personas sentadas en sillas, sofás y suelo: Mariona, Ángela, Guada, Ana, Pavlo, Pablo y yo. Por vía telemática se unieron Paula, Irene, Álex y Ale. Pero ellos no pudieron disfrutar de los cruasanes ni las aceitunas ni los panecillos ni las galletas que teníamos sobre la mesa.
Pero no nos habíamos reunido para un segundo desayuno (o en el caso de algunos, tercero). Estábamos allí para una sesión especial en torno a la ciencia-ficción a cargo de Pavlo, centrada en las ideas de las autoras Ursula K. Le Guin y Donna J. Haraway. El resumen de su contenido se lo dejo a mis compañeras. Sólo decir que desde el sitio en que estaba sentada podía ver un poco el cuadernito de Pavlo: páginas y páginas llenas de información apuntada minuciosamente. Líneas rectas a pesar de no ser papel lineado. Creo que estos apuntes de estilo caligráfico transmiten bien la propia charla de Pavlo.
Luego se abrió el debate a temas varios de gran profundidad e interés. La cuestión de sociedad en contraposición a la idea de mundo, la diferencia entre conflicto y violencia, qué ideas subyacen a cada campo científico, la cuestión primordial que nos hace experimentar la realidad como la experimentamos, etcétera. Hubo ideas interesantes y preguntas pendientes. Pero quizás lo mejor fue cómo éramos capaces de pasar de hablar de zapatillas de deporte a repasar el pensamiento de Hannah Arendt, de pintalabios del Sephora a la metafísica de Heidegger.
A la tarde estuvimos callejeando cerca del Arc de Triomf. Acabamos en una cafetería medieval en la que nos íbamos a reunir con otros. Era la encargada de realizar la crónica así que no enterarme muy bien de quién eran los otros me preocupaba un poco. ¿Qué iba a escribir? ¿Que primero vino una chica y luego vinieron un chico y una chica? Pues primero vino una chica, Cris, doctoranda investigando materias de genética en un laboratorio. Fue alumna de un curso que dio Mariona en el centro cívico, esa era la conexión. Creo que no conocía a nadie más en esa mesa. Espero que por lo menos le pareciésemos graciosos.
Luego vinieron un chico y una chica. Un brasileño del que se me escapó el nombre y una chica llamada María que trabajaba en una productora. Venía por parte de un taller que estaba haciendo Pablo en La Central y creo que, de nuevo, no conocía a nadie más en esa mesa. Nacach se tuvo que ir antes de que llegasen estos últimos dos así que, con tanto mutuo desconocido sentados uno frente a otro aquello parecía una cita a ciegas grupal. Por incómoda que pueda parecer la situación, al final encontramos temas comunes entre todos: la literatura y la precariedad. Se nos hizo de noche.
