El teniente coronel, un hombre seco y moreno como una astilla, de patillas cortas, abrió bien los oídos sin ofrecer el menor asomo de curiosidad.
-No es una bagatela -añadió el coronel, con voz de oráculo. El otro aguardó bastante antes de murmurar:
-¡Por supuesto, señor!
-¡Ninguna bagatela! -repitió el coronel, mirando al frente.