«Un lujo», rezaba el asunto del correo que nos envió Pablo. Lujazo, añadiría yo. Delia ha hecho una mini crónica muy bien resumida que reproduzco aquí; no porque no quiera yo trabajar, Dios me libre, sino porque es concisa y completa. Y también, cito el email de Pablo, el organizator y perpetrador de semejante luxury.
Delia dixit: «Nos mostraron una selección de veintitantos libros de los 3.600 que tienen guardados en cajas acorazadas. Pedimos el Alicia, como extra, y mandaron un segurata a buscarlo al último confín. Mitas marcò en nuestra versión sus anotaciones, que en este caso se reducían a algunas admiraciones, parece que en el caso de Carroll estaba todo dicho.
Lo más sorprendente es constatar lo enfermo que le ponìan a Cortázar las erratas de imprenta; claro, que entonces no había corrector de word y las linotipias cometían errores!
Para la próxima quedamos en robarnos el «Opio» de Jean Cocteau y un manual sobre el surrealismo hìperanotado. Una pena, los ejemplares se mostraron sobre unas mesas de magia, pero no supimos accionar las compuertas secretas ni hipnotizar a las relamidas bibliotecarias. Creo que nos faltó mostrar las rastas o contar que La Bagatela era alguna ONG del «sur» de Madrid
Lo más importante de todo, esta frase cortazariana para pegar, en la nevera o el corazón: «Horror de aquellos que dan más importancia a lo que no les gusta que a lo que les gusta.»»
Pablo dixit: «Lo primero, el lujo que supone la salida del viernes a la Fundación Juan March: he estado in situ en la Biblioteca Cortázar (http://www.march.es/bibliotecas/repositorio-cortazar/?l=1) con la directora de la misma, la señora Paz, alegórica la señora (chascarrilo para los que son habituales de Mafalda) que me atendió como si yo fuera no se, Carlos Fuentes que quiere ir a cerciorarse de que el libro que le regaló dedicado a Julio Denis siga en el anaquel, y sobre todo he pasado una hora increíble con Celia, la bibliotecaria de toda la vida que se encargó de catalogar los casi 4.000 libros que Aurora Bernárdez, viuda de Cortázar, donó a la Fundación (error querida Aurora: estas cosas hay que donarlas a instituciones públicas, y error también querido Estado: estas cosas hay que reclamarlas y ya está, tenerlas y cuidarlas porque son de todos). En fin, que están todos los libros que podéis ver en la web que os mando, catalogados con extrema precisión, es como si estuviera uno/a en la biblioteca de la casa de Cortázar en París, solo que en un almacén algo más ascéptico y sin gatos ni heroína ni música de jazz. Hay libros dedicados, con papeles en sus páginas, con recortes de periódicos, y sobre todo, hay libros anotados, es decir que, por ejemplo, hay un ejemplar de Alice in Wonderland… subrayado por Cortázar (ya tenemos ahí un primer florilegio para nuestro nuevo proyecto). Yo diría que no sería mala idea que os dierais un paseo virtual por la web por si se os ocurre algo, la idea de la visita es la siguiente: palabras de bienvenida de la directora de la biblioteca (que es un poco pesada pero bueno, es la directora), dar un paseo con Celia por las estanterías de la biblioteca (subidón de adrenalina), juntarnos alrededor de una mesa con los libros que entre Celia y Delia (vaya, una cacofonía) y Pau (ah no, Pau no, estaba durmiendo) y yo hemos escogido y luego la directora (que es un poco pesada pero bueno, es la directora, I insist para que no la pitéis ni tiréis tomates) quiere que leamos entre todos un cuento, así que si hay tiempo leeremos un cuento. Están prohibidos los bolsos grandes pero Magalí, el martes ideamos algo para entrar por las alcantarillas, cortar la luz, desactivar el sistema de cámaras de vigilancia y mientras los demás vigilan nos hacemos con todas las primeras ediciones, y no trabajamos más (una primera edición de Rayuela cuesta 3.000 euros hoy por hoy, menudo disparate.»
Y, después de citar a estos ilustres compañeros, esta es mi crónica. O mini crónica, o resumen de la jornada.
Todos hicimos caso omiso de la sugerencia de Pablo: «No llevéis bolsos grandes», porque nuestro objetivo era hacernos con uno de esos codiciados ejemplares manoseados y garabateados por el Sr. Cortázar. Pero no pudo ser. Nos tuvimos que conformar con tocarlos, leerlos y sentirlos un ratito nomás. Y con ver cómo se abrían y cerraban las compuertas de la cámara acorazada donde se guarda toda su colección.
Una colección que alberga exactamente 3.786 libros y 1.807 autores. Que está digitalizada en gran parte en la página de la biblioteca: http://www.march.es/bibliotecas/repositorio-cortazar/?l=1
Y que cuenta con 1353 libros en español, 1050 en francés, 934 en inglés, y en otras lenguas tan comunes como el finés o el búlgaro. Encontramos obras de Poe, Borges, Onetti, Andrè Breton, y un largo etc.
Sobre la mesa redonda donde nos encontrábamos, Celia había seleccionado lo que consideraba que más nos podía interesar. Comenzamos echando un ojo a los juegos de palabras, nos encantó el de la ruleta de Octavio Paz que creaba poemas girando una ruleta de cartón. O las láminas sobre Tango de Carpani, o las litografías de Nieva. Todo ello dedicado personalmente a Julio Cortázar. Vamos, una cosa muy normal que todos tenemos en casa.
La parte más emocionante, desde mi humilde mente lectora, fue cuando Celia nos contó cómo Cortázar encontró ‘Opio’ y cómo se lo ventiló una tarde en un café bonaerense. Y allí estaba el ejemplar, con sus márgenes escritos y sus anotaciones a lápiz. Tentador, señores, mucho.
Una de las anotaciones que más me gustaron fue en un poema de la Antología Poética Argentina en un poema de Silvia Ocampo, donde la llamaba «infame e imbécil» por no haber sabido apreciar «todo lo que le debía a Borges». Alguien dijo: «parece que habla con los autores».
También manoseamos Paradiso, y Celia nos leyó la dedicatoria personal del autor. Debate sobre el libro y sobre lo que pensaba Cortázar de él.
Y el momento `Alicia`recién salido de la cámara acorazada no tuvo precio, cuando Pablo, Delia y Mitas se abalanzaron sobre el capítulo 8 en busca de florilegios y anotaciones cual yonkis de la palabra.
Otra cosa que me gustó que contó sobre Cortázar fue que, siendo amante del Jazz, nunca escuchaba música y leía al mismo tiempo, pues cada cosa requiere una atención plena.
Y así, dejándonos con unas prometedoras veladas sobre Jazz y Cortázar que tendrán lugar este mes en la Fundación, recogimos los bártulos y nos fuimos con los libros a otra parte a comentar la jugada con unas cañas otoñales.
– Fin de la crónica –
Olga Muñoz.