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El héroe de Orcasitas (por Almu)

El héroe de Orcasitas

“Dicen que soy héroe, yo débil, tímido, casi insignificante, si siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos.” Mahatma Gandhi.

Antonio Ferres tiene más de noventa años. Sigue vivo. Sabe lo que dice y por qué lo dice, se ríe de sí mismo y posee el sentido del humor de aquellos que ya han vivido lo suficiente pero no les importa seguir disfrutando de lo que tienen. Su piel revela arrugas de una guerra pero sus ojos disimulan su edad. Son los ojos de un héroe que no lo es. Y son estos ojos quienes escribieron La Piqueta en 1959, una mirada testimonial que dio luces para sus personajes reales y para las generaciones posteriores que continúan viviendo en un país que no evoluciona.

Los personajes hablan de Orcasitas, de Lavapiés… De Madrid. Nos enseñan su casa y nos muestran cómo era la España de la década de los sesenta a través de la narración de un desahucio que rompe al lector actual. Se pregunta en qué época está. El pasado se refleja en el presente y muchos no entendemos por qué. Seguimos sobreviviendo como hacen los protagonistas de esta novela que el autor describe como una huella de su tiempo, una mota de polvo, una chabola menos en cualquier barrio de la ciudad.

Personas que no se levantaron en armas cuando vinieron a destruirles las casas, calles que no ardieron ante tantas injusticias… Este libro trata precisamente esto, la realidad de una sociedad que no supo reaccionar cuando debía, dando como respuesta más silencio cuando se pedían gritos y protestas. Orcasitas llama a Antonio Ferres héroe, le ponen su nombre a un callejón y sí, se identifican con sus palabras, con su puño de hierro descargado sobre el papel que no va a ninguna parte.

Pero la verdad es otra muy distinta.

Sabemos cómo empieza y termina la historia. También es la nuestra. Y nuestra historia es la resignación porque nadie hizo nada cuando pudo. Todos se resignaron a ver cómo iban cayendo los trozos de madera y los muros de adobe mientras afloraban las lágrimas. La rabia a veces no sirve y se queda encerrada, dentro, profunda, esperando a que lleguen las balas y las pelotas de goma en las manifestaciones de ahora. Ferres, con ojo de periodista y manos de cirujano, cercena con un bisturí finamente hilado una situación triste pero cierta. Le llaman héroe y pasean por su calle. No cambiarán así las cosas pero es bonito entender que alguien escribió su historia cuando, en el fondo, estamos ante una crónica maravillosa y dura de lo que sucede cuando no se hace nada porque tampoco se puede hacer nada. Federico García Lorca ya narró sobre sentimientos parecidos. Porque es así, tal cual, “a callar y a cerrar la puerta, a esperar. A esperar”.

Seguimos sobreviviendo y esperando.

Siempre esperando.

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