Se conoce que una persona no muere cuando lo hace su cuerpo, solemos decir que la trascendencia tras la muerte acontece por el recuerdo que mantienen de ese ser las personas que permanecemos vivas, su nombre, ahora bien, puede resonar más o menos alto en la conciencia colectiva. Si este individuo, además, nos dejó escritos acerca de sus visiones y pensamientos, unos que envuelven de tan sutil comprensión al mundo que probablemente serán inolvidables, signifique que Julio Cortázar no morirá nunca. Quizá vivió tan sólo como humano para quienes le conocieron y su condición última, eterna y majestuosa sea residir en los libros que él creó y que le crearon a él.
Ahí reside la maravilla de que un lugar como la Biblioteca Cortázar de la Fundación Juan March exista, si leer es otra manera de escribir, los libros que acompañaron la vida del escritor argentino son un viaje a lo largo de la evolución de su escritura y de su persona. Él, que comienza leyendo los cuentos terroríficos de Poe a los 9 años, para cuando haya muerto el volumen de su biblioteca ascendería a más de 3000 ejemplares, sin contar con todas aquellas lecturas perdidas en las mudanzas. En ellos, tratándose muchos de ediciones muy particulares e inencontrables hoy en día, revestidos de portadas asombrosas y editoriales intrigantes, siendo muchos libros de bolsillo y de segunda mano, la magia no recae tanto en el ejemplar en sí como en la transformación que todos los libros advierten tras su paso por las manos de Cortázar.
Comienzan algunos con las dedicatorias de sus autores, ‘con amor a Julio’ rezan, al pasar las páginas siguientes un universo de subrayados y notas al pie se despliega y una, de repente, se da cuenta de estar viendo a través de los ojos de él mismo. Así se comprueba cómo era un estudioso, definición inherente a lector, con vista de búho para identificar los significados ocultos que el mundo le mostraba a través de los libros que se encontraba a su paso. Escribe indistintamente notas al pie en castellano, inglés, francés y alemán, dejando traspasar todos sus sentimientos a la lectura, dirigiéndose al mismo autor del libro, a la idea en sí o a él mismo, de forma que ninguna palabra escapara a su comprensión.
La colección de sus libros de juventud, pasando por su repertorio de literatura jazzística, entre otras, hasta llegar incluso a una sección en la que se encuentra la propia producción del autor en 26 idiomas, son algunas de las joyas de que dispone la biblioteca. De ella, yo rescato la imagen que alcanzo a comprender de un hombre que amó la palabra y al mundo, lejos de quién pudiera haber sido en vida, a través de sus libros se vislumbra el carácter único de su persona, su sagacidad y escrutinio de las cosas y esa capacidad de jugar que es inherente a él, alcanzando su imaginación esferas marcianas.
Gracias a Paz y Celia por su amabilidad de siempre y por permitirnos disfrutar, una vez más, de la Biblioteca Cortázar de la Fundación Juan March y de sus fantásticas explicaciones y comentarios.
https://www.march.es/bibliotecas/repositorio-cortazar/
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