¡Ya está entre los necropi@s nuestro querido libro Florilegios! Como hiciera T. E. Lawrence, hemos construido un ejemplar para cada uno de los/las participantes en él. Han sido muchos años de trabajo pero finalmente hemos conseguido atravesar el puente. ¡Enhorabuena a los florieescritores y gracias a tod@s los que nos apoyaron!
Aquí os pasamos la Presentación…
Evidentemente, todo libro es un proceso de demolición: así, parafraseando a Fitzgerald, podríamos empezar este libro extraordinario al que dimos en llamar Florilegios. O mejor: Este libro nació de un texto de Foucault que nació de un texto de Borges, de la risa que sacude, al leerlo, lo familiar a un pensamiento que es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto.
Florilegios, al fin. Aquella aventura intelectual que duraba siglos y que fuimos capaces de resolver en milenios, cuando un martes como cualquier otro martes se alzaron al unísono las voces necropias que resuenan en el Club de Lectura y Escritura “Escribir es otra manera de leer”, y decidimos que era necesario enfrentarse al trecho y pasar del dicho al hecho. Comprendimos que ya estaba bien de decir que teníamos un proyecto fantástico en la cabeza: había llegado la hora de plasmarlo sobre el papel.
Colección de trozos selectos de materias literarias: por una vez aceptamos la definición que el diccionario nos ofrece del término “florilegio”.
Relatos interpretados por ensayos, ensayos literarios en sí mismos, relatos que son ensayos interpretativos per se… la tarea era tirar del hilo y convertirnos en Ariadnas de nuestros propios motores de búsqueda, comme il faut.
De esta manera fuimos haciendo aparecer un texto Fitzgerald interpelado por Deleuze, un relato de Poe interpretado por Benjamin y Baudelaire, otro de Kafka leído por Lyotard, Hoffmann señalado por Freud, Borges robado por Foucault, Baudrillard y Deleuze.
Una vez conseguidos los ingredientes principales, Delius, Floritere, Lewis, Lu y Naranjinma (para los amigxs) se encargaron de echarles la sal y la pimienta que les faltaba para que resultaran florilegios verdaderamente sabrosos. Y para conseguirlo escribieron sobre lo escrito con la pericia de un juglar y la valentía de un luddita.
Ana nos ofreció su buen hacer ayudándonos a maquetar los textos, y Carlos y Claudio nos regalaron un par de obras de arte que no sabemos por qué habría que llamar simplemente “ilustraciones”. Insistimos: Christie’s y Sotheby’s abstenerse.
Entonces sí, Delia metió todo este puzzle en el horno y, como decimos, un par de milenios después tenemos aquí, para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama, nuestro amadísimo Florilegios.
Esperamos que el material que tenéis ahora en vuestros ojos, desocupados florilectores y florilectoras, os ayude a confirmar si acaso un lema que llevamos tatuado a sangre y fuego en el cuerpo del Club: que leer es un acto colectivo.
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